Opinión

El hombre de la boina: taurinos y anti-taurinos

En una sociedad en constante cambio y transformación, los conceptos cambian también a un ritmo vertiginoso, las generaciones mayores tienden a imponer sus paisajes de formación, no comprendiendo que los cambios en todos los sentidos que experimentan las sociedades, a veces ponen en crisis modelos, creencias y comportamientos que no encuentran resonancia ni adhesión, por parte de las generaciones más jóvenes, formadas en otro paisaje.

Este desfasaje, produce dialécticas entre temas que no tienen eco en los más jóvenes, uno de ellos es el tema “taurino”, cada año al aproximarse las fiestas patronales de nuestros pueblos, surge la polémica, y la consecuente discusión sobre si tiene que haber este tipo de espectáculos en los programas de fiestas, describiremos nuestro particular enfoque.

La discusión no debe centrarse en si debe o no debe haber este tipo de espectáculos, sino si éstos deben financiarse con dinero público.

Imaginemos por un momento, que a usted o a mí, no nos gusta el fútbol, o el motocross. ¿Por qué debería de financiar con mis impuestos una actividad que evidentemente no tiene ningún fin social y que sólo beneficia a un colectivo determinado?

Habiendo un bien común “Las Fiestas de un Municipio”, es decir la celebración y el festejo por parte de un colectivo de personas que radican en una población determinada, la prioridad siempre debería ser el “conjunto”, o lo que es lo mismo la mayoría de la población y no las particularidades si encima éstas, chocan con lo que les interesa a otros ciudadanos.

Los argumentos

Los taurinos, apelan a la “tradición” y la “cultura”, para expresar el “derecho” a incluir este tipo de espectáculos en las Fiestas Patronales. Está claro que las “tradiciones” cambian, como lo han demostrado festejos que a lo largo de los años han ido evolucionando por la crítica social, el tirar una cabra desde el campanario de la iglesia, o atravesar con lanzas a un animal, son un ejemplo de que la nueva sociedad que se está gestando desde hace muchos años ya en España y nuestra Europa, mayoritariamente rechaza el sacrificio y la tortura como expresión tradicional.

La cultura (merece punto y aparte, calificar de “cultural” un acto de barbarie) en el cuerpo de un ser vivo, no dice nada positivo de los supuestos valores de una sociedad determinada. La cultura en un concepto amplio, se refiere a una gran diversidad de expresiones, y esas expresiones cambian, como en el deporte (con la aparición de nuevas técnicas y prácticas deportivas), la cultura es más que nunca “lo común” y hoy por hoy, la tauromaquia no parece ser un espectáculo aprobado por la mayoría, como no lo es la violación de los derechos humanos o animales.

Los anti-taurinos por su parte, se equivocan al tratar de suprimir los espectáculos taurinos. En tal caso la cuestión es cómo se financian este tipo de actividades, si a usted le gustan, pues páguelo de su bolsillo, como el cazador que disfruta disparando a un animal, él se compra su arma, paga sus licencias y respeta los cotos, sería ridículo que colectivos de cazadores solicitaran subvenciones públicas para su actividad, la prohibición sólo ocasiona imposición y victimismo, en ningún caso las cosas “buenas” deben de imponerse, los procesos de cambio son más lentos de lo que muchos desearían, pero forzar las cosas hacia un fin, produce siempre lo contrario.

La solución a estas polémicas estacionales, no pasa por celebraciones de consultas o referéndums locales, pasa por aplicación de normativas y ser coherente en la gestión de los recursos públicos. Los llamados Ayuntamientos del Cambio o Candidaturas de Unidad Popular, deberían de poner especial cuidado en la metodología para implementar los cambios necesarios para adaptar nuestras instituciones a una sociedad transformada o en proceso de transformación. El consenso y el diálogo siempre producen avances, la imposición genera conflictos y posiciones irreconciliables, y de eso en España sabemos bastante.

Particularmente, en mi pueblo, el frontón siempre fue una tradición, y aún hoy en día no se pueden entender las Fiestas sin las competiciones respectivas de pelota a mano. Sin embargo, este tipo de espectáculos tienen un precio de entrada, así el aficionado a éste, ayuda a su sostenimiento, y al que no le interesa el frontón, pues no va y punto. Hay que decir que, en la pelota a mano, lo único que se daña es la mano del pelotari, o la cabeza de algún aficionado por recibir un pelotazo que se va fuera de la pista, pero en ningún caso es costumbre clavarle cosas al equipo que pierde el partido, tirarlos al río y mucho menos cortarles las orejas o matarlos a espadazos o de un disparo, por muy mal que nos caigan o lo hayan hecho en la pista.

Julio Lumbreras

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