Opinión

De esperpentos, pinteños y Celaá

COMIENZA EL ESPERPENTO. PRIMER ACTO. Desde tiempo inmemorial en Pinto siempre han existido dos clases sociales enfrentadas.  Me refiero, por supuesto, a los alumnos de los colegios concertados y públicos.
Yo pertenecí durante un tiempo a los primeros. Formaba parte de esa élite privilegiada que iba a colegio de monjas con su uniforme. Ni que decir tiene que todas las familias del colegio eran, no ya de derechas, muy de derechas. Eso explica que aunque estuviésemos ya en democracia nos enseñasen a todos el “Cara al sol”, nos separasen por sexo para que las niñas pudiesen aprender costura y nos inculcasen la intolerancia contra rojos, homosexuales y demás personas de baja estofa. Al principio no sabíamos a qué se referían, en nuestro cole no había nada de eso. Incluso cuenta la leyenda que las monjas volaban por encima del patio montadas en sus escobas.
Cuando íbamos por la calle a veces nos cruzábamos con los alumnos de otros colegios concertados. Todavía recuerdo esa chispa brillante en los ojos que nos dirigíamos entre guiño y guiño reconociéndonos como auténticos privilegiados. Pronto abarrotamos el picadero del parque Juan Carlos I con nuestros corceles, así como pasábamos los fines de semana montados sobre ellos con nuestros rifles mientras cazábamos ciervos en el camino a la fuente de la teja.
De repente, mis padres decidieron cambiarme de centro en Bachillerato y recalé en un instituto público. Me despojaron de uniforme y caí en las garras de terribles profesores socialcomunistas, además de zarrapastrosos, que me inculcaron el odio a la gente de mi propia clase. Quienes procedíamos de colegios religiosos éramos insultados en una ceremonia de iniciación en la que se nos obligaba a quemar incienso ante una imagen de Fidel Castro. Fue también en ese momento cuando caí en el consumo descontrolado de estupefacientes, pero no pasaba nada. Con todo suspendido me regalaban el curso y promocionaba.
La mayoría de los días perdíamos varios días de clase porque nuestros profesores eran funcionarios y estaban siempre de baja, quién sabe si también de resaca o de vacaciones financiadas por algún sindicato. En esos huecos solían venir voluntarios de asociaciones y ONG´s a darnos charlas de adoctrinamiento. Aún recuerdo cuando nos enseñaron a tocar el tambor.
ESPERPENTO. ACTO FINAL
Prácticamente todos los disparates, estupideces  y topicazos narrados en este artículo ocuparon una generosa porción de los discursos de nuestros concejales en el último pleno municipal. Mientras parecían entretenerse jugando a ser diputados, debatían sobre algo como la nueva ley de educación careciendo de competencias sobre todo aquello que ensalzaban o criticaban. ¿Acaso iban a perder el tiempo nuestros representantes proponiendo medidas, dentro de las competencias que tienen los ayuntamientos, para mejorar el clima en los centros, la participación de la comunidad educativa y la calidad de la educación? ¿Aumentar las ayudas para la compra de libros o material escolar? Qué cosas, si para eso hace falta aprobar unos presupuestos. ¿De verdad merecemos un debate tan mediocre, carente de realismo y ajeno por completo a las necesidades de la gente? Pues por el momento parece que sí. Están a otra cosa. Así que habrá que acostumbrarse al circo y hablar de esperpentos, pinteños y Celaá.
Fernando González Jaén

Fernando González Jaén

Concejal de Educación del Ayuntamiento de Pinto 2007-2008 y 2011-2015.

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