Opinión

Humanos, supongo

Suena el despertador, te revuelves sobre la almohada mientras se escuchan tus refunfuños a través de ella. Otro día llegas justo al tren. Después de la carrera lo último que te apetece es escuchar esa voz irritante de tu jefe dándote órdenes. El chico del asiento de enfrente  mira preocupado su teléfono móvil,  es muy importante el número de “Likes” de su última foto. Y aquella… la del fondo de la camiseta roja, cabreada porque se han estropeado sus zapatos nuevos por la lluvia, ¡qué mala suerte!. Mientras, a miles de kilómetros de aquí, sin embargo lo que llueve son granadas y misiles sobre las personas y realmente eso sí que es preocupante.

Mientras que nuestro día a día es tener la mala suerte de madrugar, ir al trabajo sin ganas o intentar aparentar por las redes sociales, en Siria el despertador que suena cada día son los estallidos y los gritos de desesperación de la gente, la preocupación es de aquella madre que se pregunta si sus niños estarán bien después de embarcar y el temor de aquél anciano que, por mayor que sea, se merece morir en paz. ¡Qué preocupados estamos por la crisis migratoria!, pues mi pregunta es… ¿no huiríais de una guerra que ha costado ya 240.000 muertes?, ¿no huiríais sabiendo que entre esas 240.000 víctimas se encuentra algún familiar o amigo tuyo?. Ellos ya no temen morir en el intento de naufragar, bien lo vemos cada día en nuestras pequeñas pantallas, desde niños ahogados a familia separadas por las fronteras.

Están condenados, literalmente. Dentro, por el terror y fuera porque a veces pasan por invisibles, el ejemplo claro lo encontramos en la agresión de aquella periodista húngara a los refugiados. Como siempre, desde Europa no nos damos cuenta, o mejor dicho, no nos queremos dar cuenta de lo que pasa fuera de nuestro continente (y hablo por todos y cada uno de los países más desfavorecidos). Lavarse las manos es la opción fácil y todos nuestros dirigentes escogen la misma.  Debemos pensar muy bien las cosas, darnos cuenta de ellas y no solo porque aparezcan cinco cuerpos de niños inocentes en “nuestra” costa, plantearnos de qué lado estamos, si  realmente merece la pena tanta frontera, si somos un mundo,  qué clase de mundo somos o queremos ser y sobre todo plantearnos quienes somos… humanos, supongo.

Sandra González

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