Opinión

La perversión del lenguaje

En el colegio me enseñaron que el énfasis e intensidad de un texto dependen, en gran mediada, de las palabras usadas y su contexto.

Por ejemplo, supongamos que un individuo de raza blanca porta una bandera secesionista y alza la mano derecha al grito de “Heil Trump”. Cualquier persona en sus cabales podría intuir que se trata de una persona con una ideología neonazi, pero si queremos restar importancia a su apariencia, podemos llamarle “supremacista blanco”.

Continuemos con un individuo que motivado por su ideología decide coger un coche y acercarse a una multitud de gente que se manifiesta por los derechos y libertades básicos. El objetivo de este individuo es, desde el primer momento irrumpir a toda velocidad en esa multitud y acabar con toda vida humana que se cruce en su camino para causar el mayor daño posible. En este caso hay dos opciones: hablar de atentado terrorista (en el caso de que el individuo sea musulmán) o de atropello múltiple (si el individuo es de raza blanca).

Estoy muy convencido de que al leer los dos primeros párrafos de este artículo os habéis sorprendido con los dos absurdos planteamientos que he propuesto para las situaciones descritas. Pero seguro que sorprende más el hecho de que estos dos ejemplos estén sacados de periódicos nacionales que hablan de un atropello o de altercados en una manifestación antifascista en Estados Unidos.

Vivimos en un mundo en el que criminalizamos a las feministas llamándolas “feminazis” sin ningún tipo de pudor, pero nos cuesta llamar neonazi a alguien que defiende el fascismo con orgullo. Un mundo en el que el color de piel es usado para etiquetarnos, olvidando que el terrorismo no tiene religión ni ideología, y mucho menos color de piel. Lo que escribo no responde a mi condición ideológica, si no a mi condición de ser humano y a mi educación, las cuales no me permiten juzgar a una persona por su exterior, ya que al fin y al cabo, todos somos iguales por dentro.

Por favor, no caigáis en la trampa que quieren tenderos. No penséis que el color de piel nos hace superiores, puesto que sólo hay una persona que, sin ningún tipo de duda es inferior al resto, y es aquella que decide dar menos valor a la vida de alguien. Esa persona es la única que merece ser llamada terrorista y que se le otorgue el más absoluto desprecio y el mayor de los castigos.

Jorge Lezana

Jorge Lezana

Estudiante de Economía. Amante del baloncesto, la política y la buena música. Escribir es la forma que tengo de poner voz a aquello que considero injusto.

Previous post

La culpa es del alcalde... ¿O no?

Next post

Fin de Fiestas