Opinión

“Ciudadanos”: ¿Ciudadanía?

Se trata de aprovechar una palabra de gran significación para presentar una marca atractiva dedicada al objetivo de hacer política. Y digo hacer política como objetivo porque el recurso a la política como herramienta y la solución de los problemas de los ciudadanos como horizonte, es algo demasiado trillado para ser creíble antes de ser real.

No lo crítico, naturalmente; me es indiferente; pero, claramente, el carácter de elemento de marketing electoral que representa esta palabra, aminora, en cierto modo, el peso del núcleo de una candidatura política: la capacidad de las personas que la forman y la honradez en las actuaciones. “Ciudadanos” es un término que incita a confiar, que se ha hecho necesario para autoafirmar la propia condición que, durante años, se ha deteriorado por el doble desinterés participativo: de las autoridades políticas, ajenas a la misión de educar en la convivencia, y de la propia ciudadanía, desmotivada por las trabas continuas. Por eso, la elección de esta marca fue un acierto y, en gran medida, ateniéndonos a las reglas del marketing, tendrá un peso importante en la decisión de voto el día electoral. Apoyo esta opinión en el propio perfil sociológico de la ciudadanía española y, aunque tengo mis dudas de que pueda tener el mismo resultado, en el actual perfil del o la votante de Pinto. No obstante, reitero mi opinión sobre el acierto en la elección de la marca, como fue en su día aquella de Unión Progreso y Democracia: ¿quién se iba a negar a estos tres términos tan importantes y aún utópicos en gran medida?

Otra cuestión es que, a la hora de presentar su programa (que analizaremos los votantes en su momento), haga justicia a las verdaderas necesidades colectivas, no de los ciudadanos o ciudadanas, sino de la ciudadanía, matiz importante por cuanto la diferencia al hablar de ciudadanos destella más un reflejo de propuestas de gestión fría y demasiado partidista; pero al hablar de ciudadanía, lo que destella es la necesaria luz que alumbre la conformación de una convivencia colectiva y de sus valores correspondientes, más allá de intereses de grupúsculos o, incluso, individuales tendentes a la obtención de privilegios. Aquí radica el temor de la derecha a aquella asignatura: “educación para la Ciudadanía”, ¿recuerda?

No es mi misión ni mi interés analizar las personas, pero sí el influjo de éstas en la veracidad o no de un proyecto político al que acceder mediante el voto. Y el influjo que se prevé de algunas personas que forman la candidatura de “Ciudadanos” puede denominarse, en mi opinión, como incierto, acompañado, además, por el perfil y las propuestas de sus líderes nacionales en temas tan cercanamente humanos como la inmigración o la fiscalidad, donde hay un claro posicionamiento por clases privilegiadas. En el resto de temas relevantes, la incertidumbre se acumula, porque socialmente la “Transversalidad” es una gran mentira piadosa (a veces no tan piadosa) y un modo de huir de compromisos de alto nivel. Y no es buena la incertidumbre a la hora de elegir algo tan importante como el futuro personal y colectivo mediante las decisiones de otras personas que dicen querer representarnos.

Espero, pues, que mis temores respecto a “Ciudadanos”, a quienes no voy a votar, pero a quienes respeto en su condición de ciudadanía participativa, no se cumplan, por el bien de sus votantes, y algunas de las personas que pueden salir elegidas, apliquen los dos principios fundamentales de la política: la honradez y la humildad. Creo que las coplillas gongorinas rondan muy cerca: Ándeme yo caliente……….

José Luis Esparcia

José Luis Esparcia

Escritor

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