El alcalde socialista de Pinto prohíbe la procesión del Cristo y el pueblo desobedece
Corría el año 1933 y el gobierno propugnaba el anticlericalismo radical que no solo abogaba por la secularización del Estado, sino también de la sociedad. Existía la idea de privar a la iglesia de los medios con los que ejercía su hegemonía social y cultural, sobre todo de la educación. En junio de 1933 se aprobará la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas que prohibía ejercer la enseñanza a las órdenes religiosas. En Pinto supuso que las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos se vieran obligadas a abandonar el Colegio de San José.
El alcalde de Pinto en 1933 era don Carlos Luis Ruiz Martín, apodado “El Monterilla”, quien dos años antes había pertenecido a la Hermandad del venerado Cristo del Calvario. Carlos Ruiz, nacido en 1891, era horticultor y miembro de la Sociedad Obrera “El Adelanto” de la UGT desde 1926. Era alcalde socialista de Pinto desde junio de 1932, sustituyendo a José Vázquez Frutos.
En Pinto es tradición trasladar procesionalmente al Cristo en sus fiestas, celebradas entre Pentecostés y la Santísima Trinidad. El Cristo, su patrono, es trasladado desde su ermita a la iglesia parroquial, donde en su honor se celebran diversos cultos en dicha fiesta.
El alcalde de Pinto, según apunta la prensa católica, “sintió ahora con el cargo todo el laicismo y espíritu sectario del nuevo régimen, y bajo amenazas furibundas prohibió al párroco y a los católicos, no solo que celebraran la procesión acostumbrada, sino que trasladasen al Cristo de la ermita”.
Finalmente, el Cristo fue trasladado por el vecindario en masa el 5 de junio, haciendo caso omiso de órdenes y amenazas. El pueblo se dirigió durante la noche a la ermita y colocó la imagen en sus andas, y procesionalmente, en medio del mayor entusiasmo y de la más exaltada fe, trasladó al Cristo del Calvario a la iglesia parroquial, sin que nadie, por su actitud resuelta, se atreviera a oponerse.
El comentario que quedó en Pinto al día siguiente fue el que se refería a la actitud poco airosa en que había quedado la autoridad local ante la manifestación que había hecho el sentimiento católico del vecindario.
El diario “El Siglo Futuro” acabó la noticia afirmando:
“¿Lo ven ustedes? ¿Lo ve el pueblo?
Basta con que el pueblo quiera… y se acaban las bravatas, los valientes y la esclavitud”.